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¿Mantener o no la energía nuclear?

¿Mantener o no la energía nuclear?

Será muy útil conocer las verdaderas causas del apagón ibérico para saber con fundamento si tiene sentido prolongar la vida de las nucleares.

Una parque eólico frente a una central nuclearGetty Images

La canciller Merkel no pasará a la historia de Alemania como una lideresa visionaria sino más bien por todo lo contrario. El declive industrial de aquel país, aherrojado por un rigor presupuestario desmedido que ha estrangulado la economía nacional, pesa como una rémora sobre su memoria, también afectada por una prematura decisión de cerrar las centrales nucleares de su país. Como es conocido, en abril de 2023 se clausuraron las últimas nucleares activas. Esos últimos generadores tendrían que haberse desconectado el 31 de diciembre de 2022, como decidió en caliente el Gobierno de Angela Merkel en 2011 tras la catástrofe de Fukushima. La fecha del apagón definitivo quedó fijada por ley después de un largo proceso de cierre progresivo iniciado en 2002. Sin embargo, la necesidad de dar apoyo a la producción de electricidad de origen nuclear ante el corte de suministro del gas ruso forzó a la coalición del canciller Olaf Scholz a ampliar su funcionamiento al menos hasta el final del invierno. La situación es comprometida ya que Alemania ha tenido que recurrir de nuevo a las centrales de carbón, sin abandonar, por supuesto, las de ciclo combinado.

Merkel, con su conmovedora buena fe, pensó que el tránsito alemán hacia las energías renovables disfrutaba de la garantía de los inmensos depósitos rusos de gas natural. No contaba la canciller con la posibilidad de que aquella dependencia voluntaria podía volverse en su contra, como de hecho ha sucedido al comprobarse la catadura de Vladimir Putin y su entorno. Rusia se ha apoderó por la fuerza de Crimea en 2014 y mantiene una guerra con Ucrania desde hace tres años, sabiendo de antemano que Occidente no podría prescindir de sus hidrocarburos a corto plazo. Y hoy se da la paradoja insostenible de que Occidente mantiene duras sanciones contra Rusia pero le sigue comprando gas.

La Comisión Europea, lógicamente preocupada, ha tratado de contrarrestar la imprevisión de Occidente en lo que respecta al gas ruso con una rehabilitación, siquiera momentánea, de la energía nuclear, a la que Francia nunca ha renunciado por cierto. En febrero de 2022, con der Leyen efectuaba la propuesta de incluir el gas y las centrales nucleares dentro de la taxonomía verde, de tal forma que estas dos tecnologías se están equipararando a las energías renovables en los programas de finanzas sostenibles. En julio del mismo año, el Parlamento Europeo avalaba la medida.

El reglamento de la taxonomía verde sirve para orientar las inversiones privadas hacia prácticas económicas que sean más respetuosas con el medio ambiente y que ayuden a impulsar la transición ecológica y energética del viejo continente. Con esta nueva medida, Europa permite que el gas y las nucleares entren dentro del etiquetado verde que les permite competir con la solar o la eólica, entre otras renovables, para recibir ayudas propias de tecnologías no emisoras de gases de efecto invernadero. Tal decisión favorecía sobre todo a Francia, ya que convalidaba su propio solución energética, basada en loa generación nuclear,

En un principio, Alemania se opuso radicalmente a esta propuesta, que suponía la homologación de la energía nuclear como energía limpia y verde (en realidad, tan solo produce residuos sólidos), pero ahora Alemania, que se ha visto obligada a regresar provisionalmente al carbón, ha visto reducirse a cenizas sus antiguas certezas. De momento, Berlín no ha propuesto aún reabrir las centrales clausuradas pero sí ha pactado con Francia el fin de su oposición a esta especie de convalidación de la energía nuclear. Y no ha cerrado la puerta a una reapertura si las circunstancias lo exigiesen. Además, siguen las investigaciones alemanas sobre energía nuclear de fusión.

En esas estábamos cuando en España se ha producido el gran apagón del 28 de abril. Una de las hipótesis que se maneja, en medio de una compleja polémica, es que el fallo podría haber estado ocasionado por un exceso incontrolado de energías limpias (eólica y solar), más inestables, y una carencia de las más estables, nuclear, hidráulica y ciclo combinado. Como se sabe, no hay todavía certeza sobre tal hipótesis.

Como es conocido, el cierre de las siete centrales nucleares españolas en funcionamiento (Almaraz I y II, Ascó I y II, Cofrentes, Trillo, Vandellós II) está previsto para antes de 2035, según el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), aprobado en enero de 2020. Este cierre será escalonado, comenzando por Almaraz en 2027 y 2028, seguido de Ascó I y Cofrentes en 2030, y culminando con las restantes en 2035.

La guerra de Ucrania no parece próxima su fin, ni por lo tanto está cercana la rehabilitación de Rusia. Así las cosas, y aunque haya que mantener el rumbo de las medidas contra el cambio climático que ya están acordadas, quizá tenga sentido cierta mayor prudencia en la renuncia a la energía nuclear. En España, el Gobierno mantiene por ahora el calendario previsto pero ya se ha mostrado abierto a negociar con los propietarios de las centrales una prolongación de su vida útil si las condiciones económicas son aceptables.

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Para la toma final de decisiones, será muy útil conocer las verdaderas causas del apagón ibérico para adquirir certezas sobre la estabilidad de la taxonomía verde. Entonces, y solo entonces, sabremos con fundamento si tiene sentido prolongar la vida de las nucleares —una operación onerosa porque serían necesarias grandes actualizaciones— y evitar un mayor recurso a las centrales de ciclo combinado.