Recordar para no olvidar: un camino por el destacamento de Lozoyuela, lugar de represión franquista
Lágrimas de emoción, un camino por la historia, ancianos y jóvenes abrazando un mismo recuerdo y un trayecto para no olvidar las barbaries que dejó la construcción del tren Madrid-Burgos durante el franquismo.

"¡Guarden esa bandera, guarden esa bandera! Estoy buscando a mi marido. Miren, esta es mi niña: Lucía. La está criando mi madre porque yo estoy aquí cerca de mi Esteban, que si no se muere. Quiero encontrarlo, pero no me dejan verle; me dicen que no está, pero yo sé que sí, que se fue al Tajo y está en la enfermería. Aquí, con el calor y las flores, ustedes piensan que esto es un parque temático, pero no es así; aquí hay dolor, piedra, memoria y olvido sobre olvido. He venido hoy a contarles el campo republicano como la bandera que les he pedido esconder, miren, cuando éramos felices". El llanto de Balbina del pasado jueves —una de las actrices que trabaja en la obra teatral Libertas— encogía el corazón de todos los presentes en el Destacamento penal filial de Garganta de los Montes, en Lozoyuela, situado en la sierra de Madrid.
"Recordar para no olvidar". Es uno de los puntos esenciales para Sergio Riesco, uno de los profesores que imparte Proyecto de Convivencia y Derechos Humanos en el IES La Cabrera, próximo a Lozoyuela. "Ahora es una optativa consolidada en el instituto, empezaron siendo 15 y en estos momentos es una elección habitual. Este es el tercer año de la asignatura y la LOMLOE admite perfectamente dar memoria en las aulas", explica admitiendo que se trata del único centro en la Comunidad de Madrid que imparte esta asignatura. "Hay más en Navarra, donde están muy avanzados a este respecto. El foco de esta materia son los derechos humanos, dar a conocer los genocidios del siglo XX y también el caso español. Es una manera de ir hablando con los alumnos y que comprendan todos los conflictos. Desde un estricto respeto al marco legal, se trata la represión franquista, pero claro, en un inicio tienen bastante desconocimiento del asunto", explica durante el trayecto del parking hacia el destacamento.
El pasado jueves 29 de mayo no era un día más para familiares, asociaciones, representantes institucionales y curiosos que se concentraban en la sierra que fue testigo de las atrocidades franquistas. Aquel día, y coincidiendo con el acto que homenajeaba a las víctimas, entraba por primera vez en el Boletín Oficial del Estado (BOE) una de las luchas que llevaba en lance varias décadas. "Hoy es un día bastante feliz porque se hace oficial en el BOE la incoación del expediente que permitirá declarar lugares de memoria democrática a los destacamentos del ferrocarril Madrid-Burgos", explicaba a todos los presentes el profesor de instituto que, como si en clase estuviese, comenzaba a detallar lo que se vivió en Lozoyuela y en las vías del tren que lo atraviesa.

"Este trayecto ferroviario se comenzó a construir en los años 20, antes de la República -en la que también se avanzó-, y se reprendió el trabajo tras la guerra con trabajo forzado, con mano de obra presa. Se hizo mediante un sistema llamado 'Patronato de redención de penas por el trabajo'", desarrollaba Riesco ante los presentes, entre los que también se encontraban alumnos de cuarto de la ESO y primero de Bachillerato que venían con la lección aprendida gracias a la asignatura de memoria. "El franquismo dio una dimensión religiosa a todo el proceso y el patronato buscaba que los presos redimieran penas. Para la dictadura no sólo habían delinquido, también habían pecado. Entre 40.000 y 50.000 personas fueron forzadas a trabajar en los destacamentos de España", prosigue.
En la sierra de la capital se llegaron a formar hasta once destacamentos penales entre Chamartín y Lozoya; concretamente, en la construcción exterior de las vías del ferrocarril, se albergaron a más de 6.000 presos que arrastraban a sus familias, separados como relataba la interpretación teatral de Balbina. "En la prensa del régimen nunca se habló de los presos, nunca se les agradeció lo que hicieron y perdieron, excepto un desliz en la Memoria de la Dirección General de Prisiones donde dice que 'si no hubiese sido por este sistema de presos políticos no se podría haber terminado esta obra faraónica'", relataba el profesor Fernando Colmenarejo asegurando que estos destacamentos penales comenzaron en 1941 y terminaron en 1955.
El camino entre arbustos y secarrales dejaba entrever alguna de las chabolas que se construyeron para acoger al entorno de los presos. Eran estructuras de piedra de dos metros cuadrados que tenían un pequeño lugar para encender lumbre y un camastro de piedras donde echaban un jergón. Aquellas infraviviendas daban cobijo a mujeres y a un único hijo que —en general— había conocido a su padre al final de la guerra y no volvía a verle hasta que salía de "picar piedra", es decir, trabajar en los destacamentos penales. A los hijos se les permitía acceder a los destacamentos, pero a las mujeres no. "Esto no tiene la espectacularidad de los campos de concentración nazis, con el olor a madera quemada, pero conmueve muchísimo el pensar cómo acompañaban las familias y las condiciones. La historiografía más solvente ha demostrado en los últimos años que en España se pasó muchísima hambre entre 1939 y 1952 causado por el régimen de Franco. Era una medida represiva más, no es quemar a alguien en una ducha de gas, pero era igual de humillante y dañino", explicaba el profesor Sergio Riesco para poder entender la magnitud del lugar.

"Me gustaría decirle que lo encontré". Las lágrimas resistían en los ojos de Remedios Giménez al hablar de un querido familiar que estuvo en ese preciso destacamento en el que se produjo el acto el pasado jueves. "Mi abuelo estuvo preso aquí junto con mi abuela y mi padre —en mi caso se confirma aquello de padres e hijo único—", comienza a relatar una de las nietas de aquellos que lo perdieron todo y que dejaron su corazón entre las piedras de las cordilleras madrileñas. "Mi padre nació en 1936 y tuvo que abandonar el colegio de monjas situado en el Albaicín de Granada. Se llama Nicasio, al igual que mi abuelo que estuvo condenado a muerte, y siempre odió que le obligaran a salir de Andalucía. Nunca he sabido con exactitud cuánto estuvo aquí, pero sé que después le destinaron al destacamento de Chozas y finalmente a Asturias", explicaba.
Tras haber sido enviado a Asturias, la familia de Nicasio volvió a un pueblo de Andalucía. Fue puesto en libertad en 1949 y, debido a las largas lesiones arrastradas por los trabajos forzados, murió en 1952 en Colmenar, donde se juntó con el resto de la familia. "Mi abuela nunca quiso hablar de ello. Era una señora cariñosísima, era puro amor y jamás habló de esto, pero me gusta pensar que mi abuelo, allá donde esté, sabe que encontré el lugar en el que estuvo y que conozco su historia", concluía emocionada Remedios.
Un atril se encontraba entre las ruinas del destacamento dando voz a los alumnos de cuarto de la ESO y primero de Bachillerato que recogían el testigo de décadas de historia. "Es importante conservar la memoria para no repetir situaciones de sufrimiento del pasado. Ponemos en valor el sistema democrático, nuestros derechos y libertades que generaciones pasadas lucharon para conseguirlos. Somos nosotros, los jóvenes, los que tenemos en nuestra mano la capacidad de cambiar el futuro, dignificar el pasado y trasmitirlo a nuevas generaciones", manifestaban las alumnas del último año de la educación obligatoria. Tras ellos, sus compañeros de primero de Bachillerato tomaban el relevo. "Estamos muy satisfechos de que este lugar se considere de memoria democrática. Hacer justicia no es abrir heridas, es repararlas. Como dijo Marco Tulio Cicerón, 'un pueblo que olvida su historia es un pueblo condenado a repetirlo'", aseguraban ante un público emocionado que aplaudía las palabras de la juventud.
Inventario de las empresas franquistas
El secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez, también tomó la palabra e informó de la elaboración de un inventario con las empresas públicas y privadas que se beneficiaron de los trabajos forzados durante la guerra civil y la dictadura franquista en la construcción de la línea de tren de Madrid a Burgos. Según explicó, la Secretaria de Estado lleva tiempo trabajando en este asunto, al que hace alusión la ley de memoria democrática, y ahora hay un grupo de especialistas encargado de definir los criterios sobre el trabajo forzado y de concretar el listado de empresas. El objetivo es hacerlo público al igual que hizo Alemania con las empresas que fueron beneficiarias de los trabajos forzados en los campos de concentración nazi, pero todavía no hay plazos previstos para ello.
"Hablaremos con las empresas para que nos faciliten también información, que seguro que tienen, y después para que nos ayuden a hacer reparación con las víctimas", explicó el secretario de Estado. La intención, añadió, no es señalar a las empresas, sino hacer un "planteamiento integrador" sobre la memoria democrática de España, donde señala que alrededor de 50.000 personas hicieron trabajos forzados, aunque "posiblemente sean muchos más".
Una melodía sinfónica determinó los últimos compases del acto en el que las lágrimas y emoción fueron protagonistas en todo momento. Un acto de memoria democrática que buscaba recordar la historia de un país para que no caiga en el olvido, para que no se camine por el mismo sendero de oscuridad que atravesó España tras la Guerra Civil y, de testigo, las piedras de una montaña que estuvo teñida de sangre y esclavitud durante años. Aquello que condenó a incontables familias que siguen buscando la historia que se perdió: la suya.