¿Puede Israel destruir el programa nuclear de Irán? Lo que tiene, lo que ha perdido y lo que resta
Tel Aviv defiende su ofensiva sobre el país como una acción "preventiva" ante las hipotéticas armas atómicas de su adversario. ¿De verdad las tienen ya? ¿Están muy cerca? ¿Con el daño causado ya no podrán armarlas?

Israel atacó Irán el pasado viernes por tercera vez en su historia, pero esta ofensiva es diferente. Su ataque, bautizado como León Ascendente, no se ha limitado a un puñado de objetivos y a un par de días, sino que es una andanada mayor, con múltiples dianas, de las instalaciones nucleares iranías a la cúpula de su Ejército, su Inteligencia y su Guardia Revolucionaria. Es sostenida en el tiempo y ha encontrado una respuesta potente del régimen de los ayatolás, que han recurrido a sus potentes misiles para replicar, del sur al norte del país.
Quedan 23 muertos y casi 200 heridos del lado israelí. Quedan 224 muertos y 1.257 heridos en el lado iraní. Quedan las preguntas sobre cuándo acabará todo -los servicios de espionaje occidentales ya hablan de unas dos semanas, con altibajos en la acción- y, fundamental, sobre el daño real que se ha a causar a las investigaciones nucleares de Teherán.
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, directamente afina, sin circunloquios, que se ha ido a por el "programa de desarrollo de armas atómicas" de su antagonista máximo pero, ¿hay pruebas de que Irán ya tiene bombas de esta naturaleza? ¿Hasta dónde ha llegado su programa científico? Y, tras los ataques de estos días, ¿cuál es el desgaste real de sus instalaciones?
La trayectoria atómica de Irán
La trayectoria nuclear de Irán comenzó hace 68 años con el apoyo de Estados Unidos, aunque hoy sorprenda dadas las relaciones rotas entre Washington y Teherán. En 1957, EEUU contribuyó al lanzamiento del programa de energía atómica iraní bajo la iniciativa "Átomos para la Paz" del presidente republicano Dwight D. Eisenhower, que tenía una espléndida relación con el sha de Persia, Mohammad Reza Pahlavi. Dos naciones aliadas.
Ya en la década de 1970, Irán trabajaba en reactores nucleares con la ayuda estadounidense y, también europea, pero esa colaboración fracasó tras la Revolución Islámica de 1979, liderada por el ayatolá Ruholá Jomeiní, que se convirtió en líder supremo.
Desde entonces, EEUU y todo Occidente han temido que Irán buscara desarrollar capacidades nucleares, en gran medida en secreto, enriqueciendo más urario. Las principales instalaciones nucleares de Irán se encuentran en Natanz, Fordow, Isfahán y Bushehr. Hay constancia oficial de que al menos las tres primeras han sido alcanzadas por los ataques de Israel de estos días. El régimen de los ayatolás ha sostenido siempre que no busca construir armas nucleares y es parte del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) de la ONU, bajo el cual se comprometió a no desarrollar una bomba. Al menos, hasta hoy, porque un portavoz de su Ministerio de Exteriores ha informado de que se va a activar una ley en el parlamento nacional que puede llevar a salirse del tratado.
El centro de la controversia es el enriquecimiento de uranio, un proceso usado para producir combustible para plantas de energía que, a niveles más altos, también puede utilizarse para fabricar una bomba nuclear. Irán insiste, como en el pasado, en que se ahí sólo quiere avances "civiles", sean médicos o energéticos, por ejemplo.
Sin embargo, organismos internacionales de control han advertido sobre el enriquecimiento de uranio por parte del país a niveles muy superiores al uso civil en los últimos años y el ocultamiento de instalaciones clave o el veto a visitas para revisar sus actuaciones, lo que ha hecho elevar las alarmas, especialmente en Israel, un país que, dicho sea de paso, tiene ya armas nucleares de forma extraoficial (el informe Global Firepower dice que hasta 80 ojivas) ,pero que no quiere que las tenga un estado que propugna la desaparición del "enemigo sionista".
Fue a principios de la década de los 2000 cuando el asunto se situó bien arriba en la agenda mundial, cuando inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dependiente de Naciones Unidas, anunciaron que habían encontrado rastros de uranio altamente enriquecido en la planta de Natanz. Irán detuvo temporalmente ese enriquecimiento, pero lo reanudó de nuevo en 2006, insistiendo en que estaba permitido en su acuerdo con el OIEA, que no desbordaba ningún límite no civil. Ante la duda, ese paso desembocó en años de sanciones internacionales contra Irán, que aún perduran.

Tras años de negociaciones muy complejas, Irán y seis potencias mundiales (Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania) firmaron en 2015 un acuerdo nuclear que limitaba la amenaza nuclear iraní a cambio de menos sanciones. Lo apadrinaron la ONU y la Unión Europea. Fue uno de los mayores hitos diplomáticos en décadas. La bomba quedaba desactivada. El acuerdo exigía que Irán mantuviera sus niveles de enriquecimiento de uranio en no más del 3,67 %, reducir drásticamente su reserva de uranio y eliminar gradualmente sus centrifugadoras, entre otras medidas. El uranio no es apto para bombas hasta que se enriquece al 90% de pureza, por lo que quedaba mucho margen para ese salto. Las plantas nucleares que generan electricidad utilizan uranio enriquecido entre 3,5 % y 5 %.
Aquel pacto, sin embargo, no gustó a Donald Trump, el presidente de EEUU, que 2018, en su primera etapa en el Despacho Oval, decidió abandonar el pacto, acusando a su predecesor, Barack Obama, de haber decido a un país "financiador del terrorismo". Trump calificó el acuerdo de "desastre" y, en su lugar, impuso nuevas sanciones al régimen para paralizar su economía. Su impacto ha sido intenso.
Irán entendió entonces que, si no EEUU no era de la partida, él no tenía por qué sentirse vinculado por el acuerdo, así que dejó de cumplirlo gradualmente. Así fue saltándose las inspecciones pactadas, retirando los medios de vigilancia y control que había instalado el OIEA y aumentando el enriquecimiento de uranio. Para 2024, el régimen había reanudado las operaciones en Natanz y Fordow a un ritmo sin precedentes en más de una década, desplegando centrifugadoras más avanzadas y enriqueciendo uranio al 60 %, una pureza alarmantemente. A 30 puntos de la bomba.
Netanyahu cree que un Irán con armas nucleares es una amenaza existencial para su país, apoyándose en declaraciones de líderes iraníes que han pedido abiertamente el fin del Estado de Israel y han prestado apoyo a grupos del Eje de Resistencia regional que han atacado su territorio, a su gente y sus intereses. "Hace 80 años, los judíos fueron víctimas de un Holocausto perpetrado por el régimen nazi. Hoy, el Estado judío (sic) se niega a ser víctima de un Holocausto nuclear perpetrado por el régimen iraní", declaró Netanyahu el viernes. Teme que, además de lanzar un ataque nuclear directo, Irán pueda actuar más agresivamente en toda la región bajo la protección de una disuasión nuclear o apoyar a grupos afines en todo Oriente Medio.
Trump, que obviamente es un fuerte aliado de Israel, ha insistido en que Irán "no puede tener un arma nuclear", aunque dice que existe una "segunda oportunidad" para que el liderazgo de Irán llegue rápidamente a un acuerdo para frenar sus trabajos y evitar una mayor destrucción, "antes de que no quede nada y salvar lo que una vez se conoció como el Imperio iraní".

¿Tiene la bomba? ¿Está cerca? ¿Cuán cerca?
En los últimos meses, funcionarios iraníes han confirmado incluso a medios oficiales que estaban construyendo un tercer sitio de enriquecimiento, lo que profundizó aún más las preocupaciones de que Teherán se estaba preparando para llevar su programa nuclear armamentístico a la clandestinidad y fuera del alcance de la diplomacia, de las inspecciones o de futuros ataques.
Sin embargo, esas afirmaciones y las que tienen inteligencias occidentales como la norteamericana o la británica no indican que, a día de hoy, Irán esté en el club de los países poseedores de armas nucleares. El OIEA tampoco tiene evidencias de ello. El viernes, al lanzar su primer ataque, Israel dijo que estaba a punto de construir un número variable de bombas, en función de la filtración a cada medio: seis, nueve, 12... Tel Aviv no ha aportado aún pruebas de ello.
Otra cosa es que sí hay cierto consenso internacional en que, tras el sprint de los últimos años, el régimen de los ayatolás puede tener ya la infraestructura y los conocimientos técnicos disponibles para dar el paso en un tiempo breve. EEUU, el organismo de Naciones Unidas o entes independientes como la Arms Control Association han denunciado que sólo se requeriría alrededor de una semana, máximo dos, para producir suficiente material para una bomba. Esto significa que en cinco meses, Irán podría haber tenido suficiente para 22 armas nucleares. Sin embargo, hay que precisar que el uranio por sí solo no es suficiente para un arma nuclear viable y que su fabricación requeriría más tiempo. Teherán replica siempre que, si tan cerca está, no se entiende que no lo haya hecho ya. ¿O es que sus fines no son militares?, como se ha preguntado el presidente, Masoud Pezeshkian.
El Gobierno estadounidense del demócrata Joe Biden puso en marcha negociaciones indirectas con Irán para revivir el acuerdo de 2015, pero fracasaron en 2022. Se ha hablado poco de cómo todo vino mal dado para ello, pese a que hasta Washington reconocía que Teherán quería hablar, con mandatarios reformistas al mando (todo lo flexibles que pueden ser en un régimen dictatorial y arrollador de libertades): primero se alargaron las negociaciones y se cruzaron las elecciones legislativas de mitad de mandato en EEUU, mal momento para ceder en nada; luego, los retrasos llegaron de las presiones de Israel para que nunca hubiera firma; al fin, los atentados de Hamás -patrocinado históricamente por Irán- de octubre de 2023 impidieron cualquier nuevo acercamiento. Y así acabó regresando Trump y todo fue nada.
En 2023, el OIEA informó de que se habían encontrado partículas de uranio enriquecido al 83,7 % de pureza -cerca del nivel apto para bombas, que recordemos estaba en el 90%- en una instalación nuclear iraní. Su reserva de uranio enriquecido al 60 % también creció a 128,3 kilogramos, el nivel más alto documentado hasta entonces. El año pasado, EEUU redujo el llamado "tiempo de ruptura" de Irán -el tiempo necesario para producir suficiente material fisible para un arma nuclear- a "una o dos semanas". Un informe de la ONU enviado a los Estados miembros a fines del mes pasado indicó que la reserva de uranio enriquecido al 60% de Irán había crecido a 408 kilos, suficiente, si se enriquece más, para nueve armas nucleares.
El OIEA ha acusado durante mucho tiempo a Irán de violar sus obligaciones de no proliferación, y el jueves, por primera vez en casi 20 años, su junta aprobó una resolución en la que declara oficialmente que Irán está incumpliendo esas obligaciones. Teherán denunció que el texto había sido promovido por EEUU porque ahora, siete años después, Trump quiere reeditar el acuerdo nuclear del 15 pero imponiendo más restricciones y vetos a los ayatolás, y con la resolución presionaban a su contraparte en la mesa de negociaciones, que debía haberse reunido ayer en Omán. Enfadados, los dirigentes iraníes prometieron ir a más en su enriquecimiento. No había roto el alba el viernes cuando los ataques de Israel ya hacían mella en sus instalaciones y sus mandos.

Qué es eso del uranio enriquecido
Se sabe que Irán, hoy, tiene más centrifugadoras, más masa y más concentrada que cuando firmó con Occidente, que está extendiendo su programa y que hay pistas de actividad ilícita con el uranio, que es la base de todo este embrollo. Y es que no hay más que dos maneras para fabricar una de esas bombas que fueron lanzadas por EEUU sobre Hiroshima y Nagasaki: utilizar uranio enriquecido o plutonio, que se fabrica gracias a la combustión de uranio.
El uranio está relativamente extendido en la corteza terrestre, tanto en el suelo seco como bajo los océanos. Actualmente, una veintena de países cuentan con minas operativas de uranio. De acuerdo con la World Nuclear Association, más de dos tercios de la producción de uranio proviene de tres estados: Kazajistán (39%), Canadá (22%) y Australia (10%). Entre los otros grandes productores figuran también Rusia, Níger y Namibia.
El uranio natural está formado por dos tipos de isótopos: el uranio 238 (que supone el 99,3% del total) y el uranio 235 (apenas el 0,7%). Sólo este último puede ser utilizado como combustible nuclear. Una parte pequeña y, por tanto, codiciada. Para obtener el combustible necesario para fabricar un arma atómica se debe enriquecer el uranio, esto es, aumentar su proporción de U-235. En un primer paso, este mineral es triturado y se utilizan soluciones alcalinas para extraer el uranio. Después de secarlo, se obtiene un concentrado sólido de uranio llamado yellowcake (pastel amarillo u óxido de uranio) que, calentado ligeramente, pasa a un estado gaseoso y puede entonces ser enriquecido.
El enriquecimiento de uranio que Irán aplica consiste en separar el uranio 238, más pesado, del uranio 235, más ligero, mediante unas máquinas: las famosas centrifugadoras. No basta con un par de ellas, sino que se necesitan miles para obtener un volumen importante de uranio enriquecido. Sólo unos pocos países en el mundo cuentan con ese tipo de instalaciones, que son grandes y costosas. Irán lleva décadas mejorando su tecnología de centrifugado, comenzando con el modelo IR-1 en los años 80. Hoy opera "miles" de máquinas, incluidas avanzadas como la IR-6 y la IR-9, denuncia Israel y ha constatado la ONU.
Una vez enriquecido, el uranio puede ser utilizado de diferentes formas, según el nivel de concentración de U-235. El ligeramente enriquecido (de entre el 3,5% y el 5%) es utilizado como combustible en las centrales nucleares para producir electricidad, por ejemplo. Un uso civil, inofensivo, ese que dice Teherán que es su meta.
La madre del cordero está en un grado alto (del 90% o más), ahí llegamos a lo que se llama uranio de "calidad militar", que puede servir para fabricar una bomba atómica, aunque hace falta una cantidad suficiente o "masa crítica" que pueda desencadenar una reacción en cadena, que provocará finalmente una explosión nuclear. Esa masa crítica se calcula en 25 kilos de uranio enriquecido o en ocho kilos de plutonio.
Así que no basta con tener las suficientes reservas de uranio para armar una bomba, sino que también es necesario enriquecerlo a un nivel determinado para que pueda ser empleado con fines militares.
Los daños de 'León Ascendente'
Los ataques israelíes del viernes incluyeron el primer ataque abierto contra la infraestructura nuclear central de Irán en la historia del choque entre ambas naciones. Con el paso de las horas, aún no está claro el daño real causado en ellas. El Ejército de Israel, apoyado en meses de trabajo del Mossad (su servicio de espionaje exterior), ha logrado una profundidad y una precisión desconocida en los lanzamientos, pero la buena inteligencia y el poder aéreo no son suficientes cuando Irán lleva décadas poniendo a buen recaudo sus investigaciones.
Así, se sabe que Natanz, la instalación que representa el corazón de las ambiciones nucleares de Irán, quedó envuelta en llamas el viernes, según imágenes difundidas en redes sociales y geolocalizadas por la televisión estatal iraní. El complejo nuclear, a unos 250 kilómetros al sur de Teherán, es la mayor planta de enriquecimiento de uranio de la nación, un sitio se utiliza para desarrollar y ensamblar centrifugadoras para el enriquecimiento de uranio, esas que ya hemos visto que son clave para convertir el uranio en combustible nuclear.
El director del OIEA, Rafael Grossi, declaró ante el Consejo de Seguridad de la ONU que Natanz había sido alcanzada pero no se habían producido fugas ni alteraciones en el combustible, por lo que en principio no había riesgo de accidente. También confirmó que los ataques, en oleadas posteriores, tocaron la planta de enriquecimiento de combustible de Fordow y la de Isfahán, dedicada en este caso a la conversión de combustible. En cualquier caso, siguen en funcionamiento, aunque se han producido cortes en el suministro eléctrico. El cuarto sitio, el de Bushehr, especialmente valioso por el gas, fue alcanzado ayer domingo. En las imágenes de medios oficiales se ven columnas de humo y fuego, pero se desconoce el alcance real de lo ocurrido. Hoy se espera un informe del OIEA explicando el alcance real del daño.
Además de la piedra, está la carne: nueve científicos nucleares iraníes murieron también en los ataques israelíes, según la agencia Tasnim, afiliada al Estado de Irán. Entre ellos, están Fereydoun Abbasi-Davani y Mohammad Mehdi Tehranchi, los más reconocidos en el programa, los que más tiempo llevaban y los de mayor conocimiento de las entretelas del proyecto. Un golpe importante al conocimiento adquirido por el régimen.

¿Programa destruido?
En estos momentos, y cuando la ofensiva israelí y la réplica iraní siguen elevando la temperatura, no se puede decir que se haya destrozado el entramado atómico de los ayatolás. Un serio retroceso, sí; un daño importante, sin duda. Pero Teherán lleva décadas protegiendo sus instalaciones, sus reservas y su conocimiento para que no colapse. O, al menos, no tan rápido. Aún conserva buena parte de sus equipos y la experiencia acumulada y tiene uranio guardado.
Sin duda, ha sido humillado con las pérdidas infligidas, pero no está hundido, como explica Danny Citrinowicz, investigador del Institute for National Security Studies (Instituto de Estudios de Seguridad Nacional, INSS) de Israel. "Incluso si Israel tiene la capacidad de dañar gravemente el programa, la expectativa de que la amenaza nuclear iraní desaparezca tras esta campaña es ilusoria, como lo demuestran los resultados obtenidos hasta la fecha", afirma. Y lo justifica en que los trabajos de los iraníes no han sido flor de un día. "Irán comenzó a enriquecer uranio hace un cuarto de siglo. Cuenta con un extenso y significativo sistema de enriquecimiento, compuesto por miles de ingenieros, y el programa está desplegado en todo Irán y se centra en los sitios de enriquecimiento protegidos y blindados de Natanz y Fordow", dice.
Hasta el momento, parece que Israel "ha dañado de una u otra forma los componentes del programa" y ha eliminado a científicos "que probablemente poseían conocimientos únicos sobre el desarrollo de armas nucleares". Sin embargo, insiste en que que Irán aún conserva una "importante capacidad nuclear residual". "Aunque el operativo continúa, es posible que, sin la ayuda estadounidense, sobre todo en lo que respecta a la planta de enriquecimiento de Fordow, ésta pueda concluir con Irán conservando capacidades significativas que, junto con la cantidad de material enriquecido en su posesión, podrían cruzar rápidamente el Rubicón y enriquecer al 90%".
Y es que el régimen islámico ha llevado sus joyas de la corona a lugares casi inaccesibles. Por ejemplo, Natanz está a ocho metros de profundidad en una zona rocosa y Fordow, a entre 80 y 90. Ese es el blindaje natural al que se refiere Citrinowicz, que además ha servido 25 años en la Inteligencia de Israel. El británico Royal United Services Institute (Real Instituto de Servicios Unidos, RUSI) expone que Israel dispone de los misiles Rocks (de 1,8 toneladas) y el Air Lora (1,6 toneladas) y con eso no puede lograr nada serio en un primer impacto. Se necesitan varios y en el mismo cráter para hacer verdadera mella y colocar una carga que reviente las instalaciones.
¿Quién sí tiene un armamento semejante? EEUU. Cita el RUSI expresamente la bomba modelo GBU 57/B, conocida como bunker buster (destructor de búnkeres) que pesa casi 14 toneladas, mide seis metros de largo y únicamente puede ser lanzada desde el bombardero B-2, también norteamericano. Por eso dice el experto que, sin ayuda made in USA, Netanyahu no acabará la tarea.
"La trampa israelí reside en que cuanto más intente Israel expandir el operativo, también hacia instalaciones civiles, incluyendo el sistema energético de Teherán, más se comprenderá en Irán que se trata de una campaña para la supervivencia del régimen, lo que aumentará la motivación en Irán para utilizar la capacidad restante y avanzar en la vía militar hacia el desarrollo de armas", sostiene. Insiste en que Tel Aviv debe ser "realista", porque sin apoyo de EEUU no puede avanzar hasta destrozar lo creado por Irán, y recuerda que, pese a lo grave de la crisis, "tampoco es permisible descartar la vía diplomática en este contexto, como pretende el presidente Trump, aunque, al menos por ahora, es difícil imaginar una respuesta de los iraníes".
Por ahora, Israel ha logrado "avances" contra el arsenal nuclear iraní y eso le haría "tener dificultades para recuperar las pérdidas del conocimiento acumulado por los científicos eliminados sobre el progreso hacia las armas nucleares". Pero vuelve al recurrente "sin embargo" para incidir en que, en lo que respecta al arsenal de enriquecimiento, "será muy difícil eliminarlo incluso si la campaña se expande significativamente". "Además, esta campaña podría provocar un cambio en la estrategia nuclear de Irán, con énfasis en el deseo de depender exclusivamente de la autosuficiencia. La proximidad de Irán a Corea del Norte podría ser muy significativa en este contexto", augura.
"Si Israel emprende una campaña para dañar el sistema nuclear iraní y la termina con Irán utilizando material enriquecido de grado militar, sin supervisión ni una capacidad residual significativa, habremos pagado el precio de la derrota" . La solución no es necesariamente ampliar la campaña ofensiva, "sino esforzarse por ponerle fin mediante un acuerdo que preserve sus logros, incluso en el ámbito nuclear". "Es dudoso que la expansión de la campaña, y el precio que Israel pagará por ella, conduzcan a un mejor resultado frente al programa nuclear iraní, a menos que el gobierno estadounidense se una a Israel", concluye.