El arma blanda de Putin: los centros culturales rusos esquivan las sospechas de espionaje y siguen operando en Occidente
"Creo que nunca se ha reconocido como una amenaza significativa".

Un vídeo difundido por la televisión estatal rusa en febrero de este año causó revuelo no solo por su contenido, sino por su ubicación: la activista rusa Anna Kiryakova recita en él poesía patriótica que glorifica la guerra contra Ucrania desde el Centro Cultural Ruso en la capital estadounidense. El libro que lee, 'Poesía del invierno ruso', usa la letra 'Z', convertida en símbolo de la invasión rusa, lo que equipara su uso al de una esvástica para muchos ucranianos.
Este acto es representativo del papel de las llamadas Casas Rusas, oficialmente centros de promoción cultural pero, en la práctica, acusadas de actuar como vehículos de propaganda, desinformación e incluso espionaje. A pesar de las sanciones impuestas por la Unión Europea a su organización matriz, Rossotrudnichestvo, estos centros siguen funcionando en decenas de capitales, incluyendo Berlín, París, Madrid y Washington.
No son considerados una "amenaza significativa"
"Creo que nunca se ha reconocido como una amenaza significativa", dice a Kyiv Independent Dmitry Valuev, presidente de la organización Russian America for Democracy in Russia. "Sus actividades son malignas y perjudiciales para la seguridad y los intereses nacionales de Estados Unidos", añadió.
El problema, señalan expertos, es legal. Muchas Casas Rusas operan sin estar registradas oficialmente, sus directores suelen tener inmunidad diplomática al trabajar desde embajadas, y la relación con Rossotrudnichestvo se ha vuelto opaca tras las sanciones. Esta ambigüedad jurídica ha dificultado que los países anfitriones puedan clausurarlas.
"En la Unión Europea no hay oficinas de representación de Rossotrudnichestvo, pero sí centros culturales que funcionan de forma independiente: las Casas Rusas", asegura el director de Rossotrudnichestvo, Yevgeny Primakov, a la agencia estatal de noticias rusa TASS en mayo de 2024.
Algunos gobiernos han encontrado caminos alternativos. Dinamarca cerró su Casa Rusa tras expulsar a diplomáticos, y Rumanía obligó al centro a cesar actividades al reducir drásticamente el personal de la embajada rusa. Pero en lugares como Moldavia, a pesar de los anuncios de cierre, los centros siguen activos.
Estados Unidos, por su parte, no ha sancionado a Rossotrudnichestvo ni cerrado su sede en Washington, que incluso ha conmemorado la anexión rusa de Crimea en dos ocasiones desde 2022.
Las Casas Rusas siguen operando bajo una delgada línea entre la cultura y la estrategia geopolítica. Como concluye la analista Nadia Koval: "Es necesaria una acción enérgica por parte de los países anfitriones".
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