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La única mina submarina de carbón de Europa está en este rincón de España

La única mina submarina de carbón de Europa está en este rincón de España

No fue hasta el siglo XIX cuando la mina adquirió su carácter industrial, gracias a la intervención de la Real Compañía Asturiana de Minas, de capital belga.

Mina de Arnao

En la costa norte de España, donde los acantilados se funden con la espuma del mar y el viento arrastra historias de siglos, se encuentra un rincón que guarda un secreto bajo las olas. No se trata de un tesoro pirata ni de una ciudad sumergida, sino de una proeza de la ingeniería minera: la única mina submarina de carbón de Europa. Este enclave, situado en el concejo de Castrillón, Asturias, es hoy un testimonio vivo de la lucha del ser humano contra los elementos y de su incansable búsqueda de progreso.

La historia de la mina de Arnao comienza mucho antes de que se excavaran sus galerías bajo el lecho marino. Ya en el siglo XVI, un religioso local, fray Agustín Montero, observó con curiosidad una piedra negra que afloraba entre las rocas de la playa. Aquella piedra era carbón, y su hallazgo marcó el inicio de la primera explotación documentada de este mineral en España. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando la mina adquirió su carácter industrial, gracias a la intervención de la Real Compañía Asturiana de Minas, de capital belga.

Lo que distingue a Arnao de cualquier otra explotación minera no es solo su antigüedad, sino su osadía: sus galerías se adentraban hasta 300 metros bajo el mar Cantábrico. Los mineros trabajaban con el rumor del agua sobre sus cabezas, conscientes de que cualquier error podía significar una tragedia. Las filtraciones eran constantes, y las bombas de achique funcionaban sin descanso para evitar que el océano reclamara lo que era suyo. A pesar de los riesgos, la mina se mantuvo activa durante décadas, convirtiéndose en un símbolo del esfuerzo humano frente a la naturaleza.

El pozo vertical de Arnao, inaugurado en 1833, fue el primero de su tipo en Asturias y uno de los más avanzados de su tiempo. En sus instalaciones se probaron innovaciones como las lámparas de seguridad y un ascensor hidráulico, elementos que luego se extenderían a otras explotaciones mineras del país. La mina no solo fue un centro de producción, sino también un núcleo social: a su alrededor se construyó un poblado minero con viviendas, escuela, economato y hasta una iglesia, todo pensado para dar soporte a las familias de los trabajadores.

Pero el mar, paciente y persistente, terminó por imponerse. En 1915, tras años de filtraciones y reparaciones, una gran riada de agua salada inundó las galerías, obligando al cierre definitivo de la mina submarina. Lo que quedó fue un complejo industrial abandonado, cubierto por la herrumbre y el silencio, hasta que décadas más tarde comenzó su recuperación como patrimonio histórico.

Hoy, la mina de Arnao ha renacido como museo. Sus instalaciones restauradas permiten a los visitantes descender por el antiguo pozo y recorrer parte de las galerías, ahora seguras y adaptadas. El museo también alberga una colección de maquetas, herramientas originales y una recreación del primer ferrocarril minero de Asturias. Es un viaje al pasado que permite comprender la dureza de la vida minera y la importancia de este enclave en la historia industrial de España.

Más allá de su valor histórico, Arnao representa una rareza geológica y técnica. No existe en todo el continente europeo otra mina que se haya atrevido a perforar bajo el mar. Su singularidad ha sido reconocida con la declaración de Bien de Interés Cultural, y su playa, rica en fósiles de más de 400 millones de años, es también una reserva geológica de primer orden.